Pocas voces han salido en defensa de un sector tan duramente etiquetado como es el sector Inmobiliario. Más difícil aún es poner en valor, valga la redundancia, el valor social del mismo.
Aquí tienen una. La mía.
Tradicionalmente visto como el sector de la opacidad, del 3% o del pelotazo, es difícil ver luz entre tanta oscuridad, entre tanta opacidad. Pero también es fácil etiquetarlo y atacarlo bajo esos clichés, algunas veces merecidos, cierto, pero cada vez más interesados y desmedidos. Hay muchos actores que quieren cambiar la película, que la estamos cambiando, y cuesta. No solo por el propio sector, muchas veces reacio a dar ese paso, también por el eterno mensaje que se traslada desde múltiples altavoces a una sociedad que nunca podrá entrever valores si nadie sale a contarlos y a demostrar que están ahí. Los valores sociales del sector inmobiliario han llegado para quedarse.
Estará usted pensando, ¿valor social del sector inmobiliario? Y yo le responderé que sí, y sin ninguna duda. Si entendemos social como aquello relativo a la sociedad humana o las acciones que repercuten en beneficio de todos, no pondremos en duda que la vivienda es un derecho, además amparado por la Constitución, que todos deberíamos poder disfrutar. ¿Discurso interesado? Claro que sí, pero para todas las patas del sector.
Una de las patas que gestiona ese derecho son los agentes del propio sector inmobiliario. Ahora usted estará pensando «pues así nos va», y seguramente tenga parte de razón. Otra de las patas importantes es la propia Administración, que es la que debe «promover las condiciones necesarias y establecer las normas pertinentes para hacer efectivo ese derecho», tal cual reza el famoso artículo 47 de nuestra Constitución.
Y la pata más importante es usted. Lo que siempre verá en las páginas económicas con el nombre de «demanda de vivienda» es usted, que se enfrenta a un mercado donde las otras patas de la mesa cojean, porque no están al mismo nivel.
Volverá usted a pensar «pues así nos va», y entonces comenzamos la búsqueda de un culpable, un malo, pero muchas veces no lo hacemos con todas las cartas sobre la mesa, porque se desvían las responsabilidades hacía las otras patas de la misma. Mi pata está bien, la que cojea es la otra. Y ahí está el problema, que si una pata cojea la mesa entera lo hace también.
Este no es un juego de buenos y malos. Si identificamos que los malos son unos u otros es que no estamos haciendo las cosas bien. Ni los unos, ni los otros.
Desde el propio sector se debe avanzar en mostrar de una forma más firme ese valor social y mostrar valores como la transparencia o la empatía con el cliente. Desde la Administración se debería de poner el foco en los impuestos que tiene que soportar el comprador de la vivienda, muy elevados en obra nueva, en la cesión de uso de suelo y en los dilatados plazos administrativos de las licencias. Nivelemos la mesa. Entre todos.
Entendamos que vamos juntos en esta barca. Y en una barca, el que no rema, pesa.
Todo ello con vistas a que nuestro sector será uno de los que empuje la economía tras la pandemia. Puede y debe, no desde un punto de vista oportunista, desde un punto de vista social.
O sigamos repartiendo culpas al otro… Sigamos igual… Sigamos… y tal y tal.
Artículo de opinión publicado en El Periódico de Aquí.